jueves, 19 de noviembre de 2009

This is too much, Dick!

Resulta que Dick el Demasiado vuelve a Córdoba y lo hace con una presentación en el que tal vez sea el único espacio de la ciudad donde su propuesta podría tener cabida: Switch, la renovada fiesta Random que tiene lugar todos los sábados en la zona del Chateau. Rotulado como el padre o paladín de “las cumbias lunáticas”, la oferta musical de este personaje suena intrigante desde el vamos.

La definición que brinda el mismo Dick acerca de lo que sería una cumbia lunática tampoco aclara demasiado el panorama: “Hay muchas definiciones, pero la más chocante, poéticamente hablando, es pensar que un artista se mete el dedo en la boca y devuelve por vómito lo que vivió. Y ahí está en el suelo, redondito, como una luna llena. Las que recopilan esa información y la hacen bailable son las cumbias lunáticas”.


-¿Qué clase de música vas a hacer en la Switch?
-Vamos a ir del alegretto-con-corbata hacia el arranque de pantalones por desgaste. Empezaré con grabaciones, un poquito de distorsión y de ahí nos vamos a cómo se sienten esas moscas verdes cuando se viene un asado de descuidados. Al ataque.

-¿Hay espacios para difundir propuestas como la tuya?
-Muchísimos y a muchísimos me invitan. Es más, me hacen volar distancias enormes. Con las cumbias lunaticas, sumando los vuelos de mis músicos, hicimos ya una distancia a la luna, 385 mil kilómetros. España, México, Colombia, Japón, Alemania... Sinceramente, es precioso que haciendo cosas tan explícitas se pueda llegar lejos, gracias a las grandes telecomunicaciones: el download pirata internacional y los sitios web desde donde se puede transmitir lo que tenés para decir.

-¿Qué recordás de tu última presentación en Córdoba?
-Cada show en Córdoba es un buen recuerdo, sea en el Babylon o como aquella última vez en el Cabildo para el NIUFEST. Me encantó esa vez, la juventud del público y el logro del festival, de haber creado algo que paseó por la historia... todos esos corredores llenos de expectativas frescas... y propuestas musicales bastante inusuales. El acento cordobés me hace sentir a gusto, y en la calle una banda tocando mi canción Mecha Flan o la Flaca de las Coloradas suma a eso. Y también está la casa donde siempre me quedo, que es un iglo de amigos musicales donde se comparten choclo, mate y cables.

-Alguna vez pensaste en grabar un show en el Círculo Polar Ártico, el lugar “menos tropical del mundo”. ¿Pudiste hacerlo?
-Grabé cosas toda una noche, hicimos cumbias o lo que quedó de eso. Era a 17 grados bajo cero, comiendo pescado crudo, bebiendo vodka y tocando con músicos que acababan de llegar de tocar en la más grande base nuclear militar del mundo, Nova Zembla. Algunas de esas grabaciones están en mi último disco y otras esperan a que llegue el contexto apropiado. No tiene prisa... los submarinos tampoco.


Una entrevista surreal con Dick el Demasiado a raíz de su visita a Córdoba. Increíblemente, salió publicada en la FdS.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Ella usó mi cabeza como un revolver

Muchos de los hombres de este mundo vamos a deberle algo a Marc Webb, director de 500 days of Summer, una vez que la película se termina y comienzan los créditos. Su favor a la raza masculina, nuestra deuda, es haber conseguido plasmar en el formato de comedia romántica, en una hora y media de hermosa filmación, una historia de amor honesta y agridulce como la vida misma, acerca de un chico que se asume sensible y una chica que se presume independiente. ¿Quién de nosotros –entendiendo el nosotros como una clase de hombre entre divertido y taciturno, que no reniega de su condición de loser– ha perdido la cabeza por una chica así? Una chica que comparte nuestras ideas más extravagantes y estúpidas, que se sabe las letras de nuestras canciones favoritas, que prefiere un lomito completo antes que un plato gourmet de setenta pesos… esa clase de chica. Quiero creer que somos –fuimos– muchos.

De un lado tenemos a Tom Hansen (Joseph Gordon-Levitt), que trabaja en una agencia de tarjetas de salutación del estilo Junot, donde redacta frases breves y obvias sobre cumpleaños, aniversarios o San Valentín. Estudió arquitectura, pero necesita bancarse el alquiler. Tom, fan del britpop, cree en eso de encontrar a la persona indicada, en el amor con forma de destino, aunque la frase suene tan trillada como las que escribe para parar la olla. Después está la bellísima Summer Finn (Zooey Deschanel), que llega a la ciudad de Tom (El ei, baby) para trabajar en la misma empresa. Al instante de conocerla, él capta que Summer tiene su costado copado, pese a que ella no cree mucho en eso del compromiso y –ay, de nuevo esa palabrita– el amor. Aun así, nuestro hombre sensible va a tratar de conquistarla. ¿Historia conocida? Claro que sí, tanto en el cine como en la realidad, pero abordada de una forma tan original y a la vez tan digna que no sentirse identificado equivaldría a sospechar que uno vivió toda su vida en un tupper o directamente es un robot.


Tom y Summer pegan onda, empiezan a salir y a partir de allí oscilan entre el “vamos despacio” –ella– y la entrega total –ya sabemos quién–. Y es sabido que un corazón pleno de felicidad, al igual que uno destrozado, afecta todas las aristas de nuestra vida. Eso es lo que le pasa a tipos como Tom: cuando está con Summer se le ocurren cosas increíbles, tiene un desempeño bárbaro en el laburo y contagia de alegría a la gente que tiene cerca. Pero cuando hay discusiones y alejamientos, bueno, sucede lo que sabemos todos: bajones, desmotivación absoluta y borracheras con bourbon. Así se va tejiendo la trama del filme, entre la expectativa y la desesperanza.

Con un cancionero que incluye a The Smiths y a los Pixies, primeros planos de los ojazos de Deschanel y esas secuencias de Los Angeles que nos persuaden de que es una de las mejores ciudades del mundo, 500 days of Summer es un inmejorable debut para Webb detrás de cámara. De nuevo: gracias, Marc. Gracias por hacernos ver que no estamos solos. Te debemos una.