lunes, 2 de agosto de 2010

Apocalipsis mañana

Los muertos
Jorge Carrión
Mondadori
165 páginas


Pocos años atrás, Tom Wolfe declaró que el sueño de los nuevos estudiantes de Letras no pasaba por escribir la nueva Gran Novela Americana, sino –se lo confesaban en las charlas– ser guionistas de series inteligentes de la TV. Los muertos, primera novela del español Jorge Carrión (1976), ofrece otra vuelta de tuerca: demuestra que la influencia de la literatura hacia las nuevas series televisivas de culto también puede aplicarse a la inversa.

Una narración que simula el guión de un producto audiovisual, una trama que bebe de mucha de la ciencia ficción del cine y numerosas referencias a la cultura pop hacen de la obra algo inclasificable, lo cual no dice nada en sí mismo, pero sirve para atender a un trabajo salpicado de enlaces externos. No se trata de una ficción lineal; por el contrario, Los muertos opera con el ánimo del cut up o, mejor, un remix: encierra y entrecruza numerosas historias, algunas propias de la inventiva del autor y otras procedentes de la industria cultural.


En una metrópolis violenta, se “materializan” cuerpos vivos en callejones sórdidos. No recuerdan nada de su existencia, y su misión pasa por conseguir información de su pasado en una ciudad que desconocen, para lo cual deben acudir a las virtudes de adivinos. A estas personas (los “materializados”) se las llama Nuevos. Ocasionalmente padecen “interferencias”, imágenes y sensaciones provenientes de una vida pasada. En el tramo final, el argumento se acerca velozmente al tono apocalíptico, a raíz de una pandemia que produce inesperadas desapariciones, individuales y colectivas.

La novela está dividida en dos partes de ocho capítulos cada una. Pero a la vez incluye dos complementos que imitan artículos académicos, en los que se describe y analiza a Los muertos. No como un texto literario, sino como una serie de dos temporadas para la televisión, que cautiva a la audiencia de una manera similar –no casualmente– a la fiebre que produjo Lost. A partir de allí se comprende mejor la austeridad en la prosa de Carrión, que en algunas ocasiones lo lleva incluso a prescindir de los verbos (“En la parte trasera de sus pantalones, el relieve de dos pistolas”).

Esos textos analíticos aportan, asimismo, datos más inquietantes: Los muertos se inscribe en la narrativa postraumática; es decir, se trataría de una metáfora que aborda las experiencias límite que debieron padecer las víctimas de masacres. Y también dan cuenta de una ironía deliciosa, casi borgeana: sería imposible trasladar la serie a otro formato, como podría ser una novela, sin traicionar su eficacia.