miércoles, 9 de febrero de 2011

El mejor amigo del hombre


El perro –vestido con un sweater azul a rombos, acompañado por un aperitivo y una picada– marca un número telefónico. Al oír el tono del contestador, se aclara la voz (sí, el perro) y de inmediato le reprocha a su dueño no haberlo llevado con él de vacaciones a Brasil. “¡¡Ojalá te calces profundo la zunga, puto!!”, le regaña y cuelga.

La publicidad del perro, impulsada por una marca de bebidas, pudo verse el año pasado por televisión. Era muy divertida, aunque no demasiado original. Al bucear un poco por la web nos encontramos con que la idea no es nueva: darle entidad humana a un perro fue unos de los hits de los últimos meses en YouTube. Videos amateurs que muestran a canes comiendo con cuchillo y tenedor, brindando un discurso o realizando ademanes de rapero son algunas de las acciones que se pueden encontrar.



El método es sencillo y la publicidad se encargó de reproducirlo de la misma forma: una persona se esconde detrás del animal y muestra los brazos de manera tal que parezca que éstos pertenecen al perro. El toque final consiste en colocarle alguna prenda (una gorra, remera o cualquier tipo de indumentaria) que sirva para incrementar el costado hilarante de la escena.



Nada nuevo hasta acá. Señalar que las agencias publicitarias están atentas a todo lo que tenga algo de hype (algo de inflado, bah) se ha convertido en un cliché. Tampoco es un secreto que sus creativos consumen asiduamente productos culturales, en sus más diversos formatos, a la hora de buscar inspiración.

Valga como ejemplo otra publicidad televisiva, que se emitió en el periodo del Rally del año pasado, donde se mostraba un experimento muy particular: algunos participantes debían permanecer en una habitación frente a una parrilla humeante y un vaso de fernet con Coca sin consumir nada. Si controlaban sus impulsos y conseguían tal proeza, el premio sería aún mayor.


Cualquiera medianamente entendido en las conductas humanas sabe que la pieza publicitaria era una copia del “Experimento del Malvavisco” de Walter Mischel, un psicólogo de la universidad de Stanford que se propuso observar las actitudes en los niños. La idea es la misma, sólo que en la versión local se la disfrazó de un colorcito cordobés simpático aunque un poco estereotipado.

Volviendo a los perros con personalidad humana, puede decirse que no tienen su punto de partida en los videos de aficionados, sino que su origen está emparentado con las pinturas de Cassius Marcellus Coolidge. Este artista plástico, con nombre de resonancia tarantinesca, es recordado por sus célebres partidas de póker con perros. Aquella serie de cuadros mostraba a los canes retratados en situaciones cotidianas propias de la burguesía de comienzos del siglo XX. Algo parecido al estilo de Luis Medrano, pero en un tono más aristocrático y surrealista.


Una característica fundamental en las pinturas de Coolidge es el cigarrillo o las pipas, que acompañan las actividades de estos perros de dos patas, humeando por sobre sus hocicos. ¿La razón? La famosa serie de cuadros fue en realidad a pedido de una agencia, que buscaba una nueva campaña para una marca de cigarrillos.

Así se tomen un vermut o jueguen una partida de cartas, estos perros dejan la sensación de que en la publicidad también existe algo así como una tradición, aunque acostumbremos a aplicar la idea sobre disciplinas mejor reputadas.

Publicado originalmente en Ciudad X N° 7 - Enero 2011